Conducir un vehículo conlleva un riesgo inevitable. Desde el mismo momento que nos subimos a cualquier coche ya nos exponemos a tener un accidente, por leve que sea. Evidentemente, existen formas de evitar esos accidentes y entre los más recomendables está la conducción defensiva. Un método que debería usarse desde el primer metro recorrido.
¿Qué es la conducción defensiva? Se trata de aquella forma de manejar un vehículo que busca anticiparse a las situaciones de riesgo. Es decir, se conduce atento a todo lo que ocurre, para poder anticiparnos a los posibles inconvenientes y situaciones que nos encontremos por las carreteras.
Para realizar una conducción defensiva, algo realmente sencillo, sólo debemos cumplir una serie de pasos.
- Mira lejos. Lo que pasa delante del capó de tu coche no te interesa, te interesa lo que ocurre delante, a lo lejos. Mirar más allá de los dos metro que tenemos delante, nos sirve para anticiparnos a lo que ocurre o puede ocurrir.
- Desconfía. Cruces, incorporaciones, rotondas; son los típicos lugares donde suceden muchos accidentes, no des nada por hecho. Tampoco te fíes en calles de poblado, puede salir cualquier coche del aparcamiento sin mirar, salir una persona o un balón (y detrás del balón siempre hay un niño).
- Reduce la velocidad. Puede que tu coche tenga capacidades para rodar muy rápido con seguridad, pero quizá tus capacidades para reaccionar no sean igual de buenas. Es mejor rodar más sosegados. Cuando más rápido, más cuesta frenar, reaccionar y esquivar.
- Cuida la distancia de seguridad. Es clave para poder frenar sin impactar con el coche de delante o para poder esquivar algún obstáculo.
- Las dos manos sobre el volante. Si, lo sabemos, mola mucho ir con la mano en el volante y la otra en el cambio, pero no tendrás, ni de lejos, la misma velocidad de reacción ni las mismas capacidades de controlar el volante que si usas las dos.